En los próximos meses, casi seguro para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de El Salvador, a la selección dominicana de softbol se integrará una jugadora que deslumbra por su talento y también por un físico que provoca suspiros.
Se trata de Ana Richiez Herrera, una dominicana nacida en Miami, que está llamada a ser la principal lanzadora y a ocupar el tercero, cuarto o quinto bate en la alineación.
Guardando las debidas distancias, el país tendrá una especie de Shohei Ohtani, el fenómeno japonés de los Angelinos de Anaheim, con la salvedad de que Ana es también una excelente inicialista defensiva que, además, se puede desempeñar en cualquiera de los tres jardines.
“Mis padres y mi abuelo influyeron para que jugara para Dominicana”, manifestó la versátil deportista de 18 años de edad, 5´9 de estatura y un angelical rostro que combina con su imponente cuerpo.
“Solo poder jugar y representar a este hermoso país es un honor”, resaltó Ana, quien estuvo de visita en el país el pasado fin de semana y en una corta exhibición de pitcheo que hizo en el estadio de softbol número dos del Centro Olímpico frunció ceños y confirmó lo que el cuerpo técnico y gerencia de la selección ya sabían.
“Es una joven a la que nosotros le estamos dando seguimiento desde que tenía 14 años”, declaró el gerente de la selección nacional, Fabio de León, sobre Ana, quien ya fue fichada por la Universidad de Alabama.
“Todavía no se nos ha presentado la oportunidad de tenerla en la selección. Esperamos que esté con el equipo en los Juegos de El Salvador”, indicó De León en referencia a la cita regional que tendrá lugar en esa nación entre los meses de junio y julio de este año.
Destacó que las 64 millas que alcanza desde el montículo superan por unas cuatro o cinco millas la media registrada por las lanzadoras a nivel centroamericano.
La identificación que tiene esta excepcional atleta con el país no es cosa de ahora y se expresa desde tempranas horas del día cuando antes de partir hacia el Doral Academy Charter High School, donde cursa el último año del bachillerato, desayuna como una dominicana de pura cepa.
“El mangú, con salami y queso frito es uno de mis desayunos favoritos. Yo como de todo”, señaló la menor de los tres hijos procreados por Víctor Richiez y Clary Herrera de Richiez.
La escultural softbolista aguarda impaciente por la oportunidad de sudar el uniforme blanco, rojo y azul del colectivo dominicano, en el que sólo conoce a la serpentinera Melody Vizcaíno, quien como ella forma parte de la academia que tiene la Federación Dominicana de Softbol en la Florida, que coordina Devin Pascual, de donde ha salido más del 50 por cientos de las criollas que están en el exterior.
En su niñez, Ana jugó voleibol y tenis antes de quedar eclipsada por el softbol, deporte que vio de cerca cuando su abuelo Jorge Herrera Pérez, un viejo jugador de la Liga Añeja del Banco Central y fundador de la Liga Interbancaria, les daba prácticas a Víctor y Jorge, los dos hermanos de ella.
“Abuelo y por qué usted no me ´picha´ a mí. Desde niña le gustó el softbol”, relata Herrera Pérez que le reclamaba Ana, quien se ha destacado más que sus parientes que aún juegan a nivel colegial.
“Mi abuelo me inspira mucho cada vez que lo veo jugando”, apuntó Ana sobre su abuelo Jorge, quien aún se mantiene activo en el llamado “Deporte de la amistad”.